No es culpa de Jesús. ES culpa de los que escribieron la Biblia.
El hombre vive en el mundo de su propia fantasía; le encanta engañarse a si mismo; no concibe su existencia sin la existencia de un creador universal. La fantasía más grande del hombre se llama Dios. Dios existe solo en la imaginación de la mente del hombre como un espejismo en el mundo de su propia fantasía. El hombre es adorador de nacimiento; desde que vivía en cavernas siempre ha adorado a sus dioses. Cada creyente vive su propia fantasía, tiene a su propio Dios y cree que su Dios es el verdadero y que todos los demás dioses y las otras religiones son falsos. Hay miles de religiones pero ninguna es verdadera porque todas son producto de la fantasía de la mente de los creyentes.
Todos los libros religiosos escritos acerca de la existencia de Dios son el producto de la imaginación de la mente del hombre. La Biblia es más humana que divina, producto de la fantasía; está cargada con historias increíbles, que más bien pareciera ser un cuento para niños, donde el hombre trata de explicarse su propio origen, creando un Dios a su imagen y semejanza…sádico y vengativo. Jehová es el Dios de los hebreos, sin más poder que el poder del dinero; comercian con el diezmo que pagan muy gustosos los incautos, creyendo que irán al cielo a vivir eternamente en el reino de su Dios imaginario. La historia de Jesús es, solamente, otro bonito cuento para niños inventado por la Iglesia para hacer negocio y enriquecerse más cada día con las limosnas. Igual es un cuento inventado la aparición de la virgen de Guadalupe, para aumentar las ganancias.
Hoy los templos y las iglesias son grandes negocios que enriquecen solo a los líderes religiosos, donde los pastores y sacerdotes son vendedores de ilusiones; lavan el cerebro a los creyentes en cada misa para que se emocionen y suelten gustosos los billetes de 50 hasta 500 pesos cuando les pasan la canasta recogiendo las limosnas, como si con eso estuvieran comprando su entrada al cielo.
Los creyentes no se dan cuenta de que su Dios no existe. Sus líderes religiosos los tienen embobados con tantas promesas de vida eterna en el cielo; viven endiosados en el mundo de su propia fantasía; ya no tienen voluntad propia para pensar, no razonan; solo se dejan llevar por los pastores de la Iglesia como mansos corderos.
La vida existe en la tierra, tal vez, por un accidente cósmico y no porque alguien nos haya creado ni haya creado el universo. El universo existe porque sí y nadie sabe porqué existe. Nadie ha visto a Dios. Dios existe solo en la imaginación de la mente de los creyentes en el mundo de su propia fantasía y se ha convertido en una costumbre; una tradición; un folklore que se festeja de mil maneras en todo el mundo y se hereda de padres a hijos desde hace miles de años.
He ahí la prueba de que la costumbre se hace ley y la costumbre obliga a los creyentes a adorar a su Dios, aunque su Dios no exista y cada creyente vivirá sumergido en el espejismo de su propia fantasía, esperando eternamente la vida eterna prometida.